Los peruanos después de la cuarentena se preguntan ¿será igual el retorno? ¿habrán cambios sustanciales? ¿cómo se reactivará la economía?
Martín Vizcarra en el Día 31. El consejero presidencial que armó los tumultos de la semana pasada para combatir al coronavirus, al patriarcado y probablemente a Anás y Caifás, todo al mismo tiempo, ha dicho que el 26 de abril se acaba la cuarentena.
El presidente, en otro tono, ha dicho más o menos lo mismo y ha hablado del retorno gradual a la normalidad, o sea de a poquitos. Pero también ha dicho que da su palabra de que en abril de 2021 habrá elecciones y que él no será candidato. Lo último no venía a cuento, pero lo dijo.
No venía a cuento porque se trata de lo constitucional y no hay más que decir, pero lo dijo. Eso fue el martes 14 y el miércoles 15 no hubo conferencia presidencial porque el presidente prefirió darse un paseo por los cuarteles, mientras en el congreso algunas voces soltaban tímidamente la propuesta de postergar las elecciones. O sea, una invitación al “no quiero, no quiero, échamela al sombrero”. ¿Estará todo articulado? Habrá que estar atentos.
Extender la cuarentena comienza a ser inviable como decisión de Martín Vizcarra. Las personas y el país necesitan reactivarse en condiciones muy diferentes al del reciente 2019, que parece tan lejano. Se ha tomado decisiones que permiten soportar la cuarentena a cambio de la parálisis económica casi total, mientras el mercado interno y externo se ha contraído irremediablemente a mediano plazo.
Es más, las prioridades de la demanda mundial han cambiado definitivamente: la alimentación y la salud han retornado a la primera prioridad y los viajes, reuniones y eventos que rompan con el distanciamiento social han pasado a los lugares postreros de la lista.
Martín Vizcarra tiene un duro reto ¿Cómo reactivar cuando el mercado ha cambiado de un plumazo y para largo? Obviamente, y como siempre, adaptándose ¡Adáptate o muere! es la vieja ley que continúa vigente. Y la realidad nos brinda claramente algunas claves. Señalemos tres:
Privilegiar la salud y la producción inocua de alimentos y otros productos básicos.
Redescubrir el valor del entorno ambiental que, si somos sensatos, convertiremos en productos sostenibles para la demanda responsable.
Reorientar la tecnología hacia el uso responsable y la comunicación eficiente, que abarate costos y reduzca necesidades de infraestructura y transporte.
Quien se inserte en esta lógica, ganará y quien quiera volver a lo de antes, sin cambios, perderá. La lógica de perdurabilidad o de sostenibilidad ganará un gran trecho en el mercado de valores. Esto no significa que el capitalismo morirá, sólo que las prioridades ya cambiaron.
Por otro lado, ganarán las sociedades cuyos actores estén dispuestos a aportar su cuota de sacrificio. Las pretensiones empresariales abusivas o las posturas sindicales inamovibles han perdido terreno. Las sociedades que opten por el diálogo y la negociación eficientes saldrán adelante primero. Habrá que recortar utilidades y eventualmente salarios, pero también jornadas interminables o producciones obsoletas. Si queremos atracarnos en lo de siempre, que ese siempre en realidad es un plazo muy largo pero no eterno, aceptemos nuestra próxima extinción
Si aportamos todos lo que nos corresponde, como Alemania o Japón tras la Segunda Guerra, para seguir con el episodio histórico, en algunos años podremos tener un mañana de sol y de claridad.